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domingo, 27 de noviembre de 2011

Caseríos de Valdeteja (León)


La zona conocida como los Caseríos de Valdeteja se encuentra en la montaña central leonesa al norte de la provincia de León, en medio de las hoces de Valdeteja. Pertenece al Municipio de Valdelugueros.
El punto de partida de nuestra visita lo situamos en la localidad de La Vecilla. De aquí partía una antigua calzada romana que llegaba hasta el Puerto de Vegarada, donde nace el río Curueño, cuyo trazado sigue básicamente la carretera LE-321 que nace frente a la Estación de FEVE. En nuestro camino dejaremos atrás Valdepiélado, Montuerto, la Cascada de Nocedo, el desvío a Valdorria y lo que queda del balneario de las Caldas de Nocedo. Poco a poco la carretera se irá estrechando y nos encontraremos rodeados de paredes casi verticales de piedra caliza. Estamos en las hoces de Valdeteja un estrecho, profundo y largo valle formado, a los largo de los siglos, por la acción del río Curueño, y que ha conformando un paisaje de excepcional belleza.
La carretera sigue el curso serpenteante del río Curueño. A la derecha podremos ver el Puente de los Verdugos o del Ahorcado y a pocos metros habremos llegado a nuestro destino.
Los Caseríos de Valdeteja son un pequeño valle que surge dentro de las hoces, y que recibe este nombre por las casas que se construyeron para guardar el ganado. A nuestro alrededor picos majestuosos, praderas verdes que ascienden hacia las cumbres, paredes verticales, pequeñas cuevas, formaciones boscosas de hayas y robles y un río de aguas cristalinas.
Es un lugar muy frecuentado por pescadores en primavera y por bañistas en verano que se acercan a este rincón natural para disfrutar de las aguas limpias y trasparentes del río Curueño.


martes, 15 de noviembre de 2011

Ermita San Roque de Boñar (León)


En esta entrada nos vamos a trasladar a la localidad de Boñar, que está situada al noreste de la provincia de León.

Según entramos en el núcleo urbano, por la CV-3141 en dirección al Puerto de San Isidro, a la derecha, se encuentra una pequeña ermita, que se empezó a construir en el año 1766. Está realizada en sillería y mampostería. Es de planta rectangular salvo en el ábside que es poligonal. Tiene dos ventanas a los lados y una pequeña espadaña. La puerta de acceso se encuentra en la pared sur. En el interior hay un retablo del siglo XVIII.

La ermita está dedicada a San Roque. San Roque nació a principios del siglo XIV en la localidad francesa de Montpellier en el seno de una familia pudiente. Muertos sus padres vendió todas las propiedades familiares y repartió el dinero entre los pobres. Desprendido de sus  bienes terrenales emprendió peregrinación a Roma.
Fue en aquellos años (1348) cuando se declaró una gran plaga de peste que se conoce como la “peste negra”. Iniciado el foco en Oriente fue propagada por marinos genoveses, que huían del asedio al que habían sido sometidos por los Tártaros en la península de Crimea. La enfermedad se extendió primero por Italia y luego por el resto de Europa. Los efectos de la peste negra fueron catastróficos, se estima que un treinta por ciento de la población europea murió como consecuencia de esta pandemia.

Roque se dedicó a atender a todas aquellas personas que se encontraban en su peregrinación y que estaban  infectadas. Logró, según parece, la curación de muchos individuos, pero un día notó que había contraído la enfermedad. Para no apestar a más gente se retiró a un bosque para pasar, en soledad, sus últimos días. Y así habría sucedido de no ser por la actuación de un perro que diariamente le llevaba un trozo de pan.
Una vez curado de la enfermedad, Roque emprendió el regreso a Montpellier. Cerca de aquella localidad fue detenido acusado de espionaje y murió en prisión.
  
La figura de San Roque adquirió gran notoriedad a partir del siglo XV convirtiéndose en uno de los santos más populares. Muchas personas y poblaciones enteras se encomendaban al Santo para pedir protección ante la peste o ayuda para superar la enfermedad. Como agradecimiento en muchas localidades se levantaron ermitas, se hicieron rogativas, se ofrecieron misas y surgieron cofradías en honor de este santo que había dedicado gran parte de su vida a atender a los enfermos. Este debió ser el origen de la Cofradía que existe en Boñar y de la advocación de la Villa al Santo.

No se conoce el momento exacto de la creación de la Cofradía, ni de la declaración como festivo del día 16 de agosto. Lo cierto es que la peste con mayor o menor virulencia se manifestó en varias ocasiones, a lo largo de los siglos XV al XVII, en la provincia de León, siendo especialmente trágicos los brotes producidos a lo largo del siglo XVII, alguno de los cuales (1647-1652) ha sido calificado como “la mayor catástrofe que se abatió sobre España durante los tiempos modernos”. Como consecuencia de alguno de ellos, la Villa de Boñar se debió encomendar al Santo en agradecimiento por la ayuda recibida para superar esa crisis sanitaria.

La imagen de San Roque, que se venera en la ermita, reúne los elementos básicos de la iconografía habitual del Santo. Va vestido de peregrino, con sombrero de ala ancha para protegerse del sol y de la lluvia, lleva esclavina sobre los hombros. Para ayudarse en la marcha lleva un bordón o palo, en forma de cruz, del que cuelga una calabaza para guardar el agua. Con la mano levanta las vestimentas y señala la pústula de sangre de color negro azulado que aparece en su pierna, señal inequívoca de la enfermedad. Junto al santo, otro de los elementos básicos, el perro que le salvó la vida.
La figura del Santo es sacada en procesión por la Cofradía de San Roque todos los años el día 15 de agosto. Acompañada del pendon y del grupo de tambores y cornetas de Boñar es trasladada a la Parroquia de San Pedro para recibir culto durante dos días. Pasada la festividad la imagen será conducida de nuevo a su ermita con el mismo ceremonial.
Pendón parroquial de Boñar ante la Iglesia de San Pedro





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martes, 8 de noviembre de 2011

Monasterio de Santa María de Gradefes (León)

En la ribera del río Esla, a 35 kilómetros de León, se encuentra el monasterio de monjas cistercienses de Santa María de Gradefes.

La Orden del Cister fue fundada en 1098 cuando un grupo de monjes, dirigidos por Roberto de Moresme, abandonaron el monasterio de Molesme para fundar un nuevo monasterio en Citeaux (Císter) como reacción al poder y a la relajación que se estaba produciendo en los monasterios cluniacenses y para volver a la observancia estricta de de la primitiva regla de San Benito. El gran impulsor de la orden fue San Bernardo quien ingresa en Citeaux en 1112. Tres años después, en 1115, funda, en un lugar apartado, el monasterio de Claraval. A lo largo de su vida fundó 68 monasterios distribuidos por toda Europa. Fue uno de los hombres más influyentes de su tiempo y consejero de muchos reyes y Papas. 
En sus inicios la Orden de Cister no mostró mucho interés por crear comunidades femeninas, pero en 1125 se fundó el primer monasterio femenino en Tart-L´Abbaye en la diócesis de Langres. A España las primeras monjas llegaron a Navarra, estableciéndose en Tulebras la primera comunidad de monjas blancas o cistercienses.
Al monasterio navarro le siguieron otros por tierras castellanas y el de Santa María de Gradefes en León.

El Monasterio de Gradefes fue fundado, en 1168, por Dª Teresa Pérez, viuda de García Pérez, señor de Rueda y Cea, caballero que combatió junto a Alfonso VII. Las primeras monjas llegaron procedentes de Tulebras. La construcción de la Iglesia se inició en 1177.
Se accede al monasterio por una pequeña puerta que da paso a un patio desde el que podemos contemplar los elementos estructurales básicos de la iglesia, la nave central y los ábsides. La iglesia no tiene fachada principal ya que era para uso exclusivo de las monjas.

La puerta de acceso tiene un arco apuntado, decorado con motivos en zigzag en todo su perímetro.

Se trata de un templo no muy grande, que incorpora elementos románicos y góticos en lo que se ha dado en llamar estilo de transición. Contemplando el templo se tiene la sensación que la idea inicial era construir una iglesia de mayores dimensiones, pero, probablemente, la ausencia de recursos económicos debió marcar el desarrollo posterior de la obra. Basta ver la cabecera de la iglesia y compararla con el resto para corroborar esta sensación.


La Iglesia tiene tres naves cubiertas por bóvedas de crucería y girola lo que supone una novedad para los monasterios de monjas cistercienses. En la girola existen tres capillas semicirculares rematadas por cúpulas semiesféricas, excepto la central.

Los arcos que conforman la cabecera son, los centrales de ojiva y el resto de medio punto. Sobre los cinco tramos centrales se abren ventanas de arcos de medio punto y columnillas en los laterales.

Los pilares se forman con medias columnas adosadas.
Los principios cistercienses prohibían rigurosamente el lujo en el vestido, en la vivienda y en la comida. Estos principios se trasladaron a sus edificios, al menos en un principio, respondiendo éstos a una exigencia de austeridad, sin apenas elementos ornamentales. Las Constituciones de la Orden del Cister prohibían las pinturas, las esculturas y los adornos ya que podían distraer a los monjes en sus oraciones, meditaciones y de sus obligaciones. En Gradefes podemos contemplar, no obstante, capiteles decorados, algunos con representaciones humanas, algo que, como ya hemos dicho, iba en contra de los principios cistercienses, pero que se justifica debido a que las naves se hicieron en época posterior.

Según se accede al templo, a la izquierda podemos observar, en primer lugar, incrustado en el muro, el sepulcro de D. Nicolás, capellán del monasterio y canónigo de León, que contiene su figura yacente y en el fondo, la imagen de Virgen sentada con el Niño bendiciendo, mientras ella le ofrece una manzana.

A continuación los sepulcros de los fundadores, Dª Teresa y su esposo, obra del siglo XIII

Presidiendo el altar la talla de Nuestra Señora de Gradefes, del siglo XVI.

El Monasterio ha sobrevivido a lo largo de los siglos a pesar de periodos en que las monjas abandonaron estos muros, como ocurrió en el siglo XVII y tras la Desamortización de Mendizábal y la supresión de las órdenes religiosas en el siglo XIX. Actualmente el monasterio está habitado por una comunidad de monjas cistercienses.

Si vas a visitar la Iglesia lo puedes hacer cualquier día de la semana de 9 a 21 horas, si bien, te recomiendo que aproveches las visitas guiadas que hay los sábados y domingos en horario de 10:30 a 12:30 horas y de 16:00 a 19:30 horas y así podrás contemplar el claustro y la sala capitular.



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Enlaces relacionados:


Monasterio de Santa María de Sandoval
Monasterio de San Miguel de Escalada
Monasterio de San Pedro de Eslonza
Iglesia de Santa María de Sandoval





miércoles, 2 de noviembre de 2011

San Froilán y la Catedral de León

Imagen de San Froilán en la Basílica de la Virgen del Camino
El día 5 de octubre se celebra en la ciudad de León la festividad del patrón de la diócesis, San Froilán, que falleció ese mismo día, pero, del año 905. San Froilán había nacido en Lugo en el año 833 y muy joven, con 18 años, siente la necesidad de retirarse a una vida de soledad y oración, para lo que elige una cueva en Ruitelán en Vega de Valcárcel, en El Bierzo, para vivir como ermitaño, a imitación de lo que hizo siglos antes San Pacomio retirándose a la Tebaida.
Valdorria
Posteriormente, traslada su retiro a las montañas del Curueño (Valdorria). Conoce a un sacerdote mozárabe llamado Atilano, con el que compartirá soledad y predicación. Y esa será la fórmula que dará fama a Froilán y a Atilano, vivirán como ermitaños en la soledad de una cueva en lo alto y abrupto de las montañas leonesas y al mismo tiempo recorrerá las poblaciones locales predicando la palabra de Dios. Su biógrafo y contemporáneo, Juan Diacono, señala “recorría las ciudades, predicando la palabra de Dios; se retiraba a lugares inaccesibles… huía de los favores y alabanzas humanas… para hacer vida retirada”. La fama de estos dos hombres fue tal que muchas personas se acercaban a su retiro para seguir su forma de vida o para oír sus palabras.
Cascada de Nocedo
En los años de vida de San Froilán se va a producir una gran transformación en el reino asturiano. De la sumisión frente al poder sarraceno se va a pasar a una consolidación del reino y a una gran expansión territorial. Este cambio se inicia antes del nacimiento del santo y en su juventud, en el reinado de Alfonso II (791-842), quien sienta las bases del futuro reino, mediante una reorganización interna para reforzar su independencia y personalidad. A ello, sin duda, contribuyó el descubrimiento de la Tumba de Santiago. Alfonso también realizó una importante reorganización eclesiástica con creación de nuevas sedes episcopales, ruptura con la Iglesia de Toledo, en manos árabes, y como consecuencia atribuyendo a la corona la facultad de nombrar obispos.
En la segunda mitad del siglo IX, durante los reinados de Ramiro I (842-850), Ordoño I (850-866) y Alfonso III (866-910), se va a producir la gran expansión territorial del reino, aprovechando el despegue económico y demográfico de la sociedad norteña y la gran crisis sufrida por los emiratos árabes. En el año 856, Ordoño I repobló la ciudad de León, restauró sus murallas y creó el obispado de León. Tras León, llegaron las ocupaciones de Astorga, Oporto (868), Castrojeriz (882), Burgos (884), Zamora (893), Simancas (899) y Toro (900). El reino asturiano iba abandonando las montañas para instalarse en las llanuras del valle del Duero. En estas circunstancias era necesaria la repoblación de los antiguos centros urbanos y de los extensos territorios que quedaban hasta el Duero, para ello, la monarquía y la nobleza se sirvieron de los clérigos llegados de Oviedo y de los mozárabes procedentes de la España musulmana.

Valdorria
En este sentido, se entiende que Alfonso III, tras la batalla de Polvoraria o Polvorosa (878), junto a la confluencia de los ríos Órbigo y Esla, llamara a San Froilán, que ya había fundado su primer monasterio en las montañas leonesas, para que se encargara de la fundación de nuevos monasterios en las zonas recién conquistada. San Froilán  acepta la misión y funda, primero, el Monasterio de San Salvador de Tábara y posteriormente el de Moreruela, los dos en la actual provincia de Zamora.
Cuando quedó vacante la sede episcopal de León, en el año 900, Alfonso III nombró obispo de León a Froilán. Era un designación muy importante, ya que, León se estaba convirtiendo, en la práctica, en la capital del reino.
Su mandato fue corto, ya que a los cinco años de su nombramiento falleció y su cuerpo fue enterrado en la catedral de Santa María y San Cipriano de León.
Tras la muerte de San Froilán se inicia la construcción de una nueva sede para la catedral leonesa utilizando el palacio real de Ordoño II que se asentaba sobre las antiguas termas romanas. Posteriormente, en el mismo lugar se construyó, primero, una catedral en estilo románico y más tarde el actual edificio gótico
Los constructores de la catedral leonesa han dejado referencias a la figura del patrón de la diócesis. Así en la portada sur aparece la figura del obispo Froilán en el parteluz de la puerta central.
La portada de la derecha, que es una de las más deterioradas del edificio, está íntegramente dedicada al Santo. En concreto a la muerte de San Froilán y el traslado de sus reliquias desde Moreruela a la Catedral.
El tímpano está dividido en tres niveles, en el central, podemos ver el cadáver de San Froilán, vestido de obispo, tumbado sobre una cama de madera, apoyando la cabeza sobre un almohadón. Hay dos ángeles arrodillados en los extremos y otros dos, uno en la cabecera y otro en los píes, y un tercero, prácticamente desaparecido, que recoge el alma del obispo para elevarla al cielo.
En la superior otros dos ángeles elevan el alma del Santo al cielo.   
En el espacio inferior se narra el traslado de los restos de San Froilán del Monasterio de  Moreruela a León. La historia de este traslado es la siguiente. A finales del siglo X Almanzor atacó en varias ocasiones la ciudad de León. Para impedir la pérdida de las reliquias de San Froilán, los leoneses decidieron ponerlas a salvo trasladándolas al monasterio de Valdecésar en las montañas del Curueño. Allí permanecieron durante todo el siglo XI hasta que los monjes del Monasterio de Moreruela deciden sustraer las reliquias y trasladarlas a su monasterio.
No conformes los leoneses con esta usurpación decidieron reclamar lo que entendían que les correspondía y así se entabló un pleito ante el propio Papa entre los monjes y los leoneses. La sentencia determinó el reparto de las reliquias entre los litigantes. Los monjes tuvieron que entregar, a finales del siglo XII, parte de las reliquias a la catedral leonesa y ese hecho es el que se recoge en la parte inferior del tímpano, en donde podemos ver en la parte izquierda el monasterio de Moreruela del que salen un grupo de monjes llevando las reliquias hasta las puertas de la ciudad de León, para hacer entrega de las mismas. A continuación, ya en la ciudad, un grupo de clérigos y fieles llevan en procesión las reliquias a la catedral leonesa.
Se completa la portada con tres arquivoltas en las que aparecen ángeles presenciando las escenas del tímpano y dos figuras de San Froilán,  una como monje y otra como obispo.
Las Leyendas de San Froilán.
Se suele representar al Santo con un lobo. Cuenta la leyenda que San Froilán se ayudaba de un asno para acarrear piedras en la construcción de una ermita. Un día un lobo atacó y devoró al animal. El santo recriminó al lobo y le obligó a sustituir al asno llevando las piedras hasta la conclusión de la ermita.
En una de las puertas laterales de la Basílica de la Virgen del Camino se representa, en bronce, al lobo con unas alforjas portando las piedras.
De la estancia del Santo en el Bierzo se narra la siguiente leyenda. Estaba Froilán en su retiro berciano, dedicado a la meditación y al estudio, cuando observó que sus códices estaban parcialmente roídos. Se escondió para averiguar quién destruía sus bellos manuscritos, hasta descubrir que unos conejos se dedicaban plácidamente a devorarlos.
San Froilán montó en cólera y lanzó una maldición contra aquellos roedores, de tal forma que los conejos desaparecieron de aquéllas tierras.
Se cuenta, también sobre San Froilán, que un momento de su vida, tuvo dudas sobre si aislarse totalmente del mundo o trasmitir su creencia al resto de los hombres y mujeres. Para solucionar este dilema metió unas brasas encendidas en su boca.
Sorprendentemente no se quemó. En ese instante, entendió Froilán que además del silencio, la soledad y la oración debía dedicar parte de su vida a la predicación.

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