Imagen de San Froilán en la Basílica de la Virgen del Camino |
El día 5 de octubre se celebra en la ciudad de León la festividad del patrón de la diócesis, San Froilán, que falleció ese mismo día, pero, del año 905. San Froilán había nacido en Lugo en el año 833 y muy joven, con 18 años, siente la necesidad de retirarse a una vida de soledad y oración, para lo que elige una cueva en Ruitelán en Vega de Valcárcel, en El Bierzo, para vivir como ermitaño, a imitación de lo que hizo siglos antes San Pacomio retirándose a la Tebaida.
Valdorria |
En los años de vida de San Froilán se va a producir una gran transformación en el reino asturiano. De la sumisión frente al poder sarraceno se va a pasar a una consolidación del reino y a una gran expansión territorial. Este cambio se inicia antes del nacimiento del santo y en su juventud, en el reinado de Alfonso II (791-842), quien sienta las bases del futuro reino, mediante una reorganización interna para reforzar su independencia y personalidad. A ello, sin duda, contribuyó el descubrimiento de la Tumba de Santiago. Alfonso también realizó una importante reorganización eclesiástica con creación de nuevas sedes episcopales, ruptura con la Iglesia de Toledo, en manos árabes, y como consecuencia atribuyendo a la corona la facultad de nombrar obispos.
En la segunda mitad del siglo IX, durante los reinados de Ramiro I (842-850), Ordoño I (850-866) y Alfonso III (866-910), se va a producir la gran expansión territorial del reino, aprovechando el despegue económico y demográfico de la sociedad norteña y la gran crisis sufrida por los emiratos árabes. En el año 856, Ordoño I repobló la ciudad de León, restauró sus murallas y creó el obispado de León. Tras León, llegaron las ocupaciones de Astorga, Oporto (868), Castrojeriz (882), Burgos (884), Zamora (893), Simancas (899) y Toro (900). El reino asturiano iba abandonando las montañas para instalarse en las llanuras del valle del Duero. En estas circunstancias era necesaria la repoblación de los antiguos centros urbanos y de los extensos territorios que quedaban hasta el Duero, para ello, la monarquía y la nobleza se sirvieron de los clérigos llegados de Oviedo y de los mozárabes procedentes de la España musulmana.
Valdorria |
Cuando quedó vacante la sede episcopal de León, en el año 900, Alfonso III nombró obispo de León a Froilán. Era un designación muy importante, ya que, León se estaba convirtiendo, en la práctica, en la capital del reino.
Su mandato fue corto, ya que a los cinco años de su nombramiento falleció y su cuerpo fue enterrado en la catedral de Santa María y San Cipriano de León.
Tras la muerte de San Froilán se inicia la construcción de una nueva sede para la catedral leonesa utilizando el palacio real de Ordoño II que se asentaba sobre las antiguas termas romanas. Posteriormente, en el mismo lugar se construyó, primero, una catedral en estilo románico y más tarde el actual edificio gótico
Los constructores de la catedral leonesa han dejado referencias a la figura del patrón de la diócesis. Así en la portada sur aparece la figura del obispo Froilán en el parteluz de la puerta central.
La portada de la derecha, que es una de las más deterioradas del edificio, está íntegramente dedicada al Santo. En concreto a la muerte de San Froilán y el traslado de sus reliquias desde Moreruela a la Catedral.
El tímpano está dividido en tres niveles, en el central, podemos ver el cadáver de San Froilán, vestido de obispo, tumbado sobre una cama de madera, apoyando la cabeza sobre un almohadón. Hay dos ángeles arrodillados en los extremos y otros dos, uno en la cabecera y otro en los píes, y un tercero, prácticamente desaparecido, que recoge el alma del obispo para elevarla al cielo.
El tímpano está dividido en tres niveles, en el central, podemos ver el cadáver de San Froilán, vestido de obispo, tumbado sobre una cama de madera, apoyando la cabeza sobre un almohadón. Hay dos ángeles arrodillados en los extremos y otros dos, uno en la cabecera y otro en los píes, y un tercero, prácticamente desaparecido, que recoge el alma del obispo para elevarla al cielo.
En el espacio inferior se narra el traslado de los restos de San Froilán del Monasterio de Moreruela a León. La historia de este traslado es la siguiente. A finales del siglo X Almanzor atacó en varias ocasiones la ciudad de León. Para impedir la pérdida de las reliquias de San Froilán, los leoneses decidieron ponerlas a salvo trasladándolas al monasterio de Valdecésar en las montañas del Curueño. Allí permanecieron durante todo el siglo XI hasta que los monjes del Monasterio de Moreruela deciden sustraer las reliquias y trasladarlas a su monasterio.
No conformes los leoneses con esta usurpación decidieron reclamar lo que entendían que les correspondía y así se entabló un pleito ante el propio Papa entre los monjes y los leoneses. La sentencia determinó el reparto de las reliquias entre los litigantes. Los monjes tuvieron que entregar, a finales del siglo XII, parte de las reliquias a la catedral leonesa y ese hecho es el que se recoge en la parte inferior del tímpano, en donde podemos ver en la parte izquierda el monasterio de Moreruela del que salen un grupo de monjes llevando las reliquias hasta las puertas de la ciudad de León, para hacer entrega de las mismas. A continuación, ya en la ciudad, un grupo de clérigos y fieles llevan en procesión las reliquias a la catedral leonesa.
Se completa la portada con tres arquivoltas en las que aparecen ángeles presenciando las escenas del tímpano y dos figuras de San Froilán, una como monje y otra como obispo.
Las Leyendas de San Froilán.
Se suele representar al Santo con un lobo. Cuenta la leyenda que San Froilán se ayudaba de un asno para acarrear piedras en la construcción de una ermita. Un día un lobo atacó y devoró al animal. El santo recriminó al lobo y le obligó a sustituir al asno llevando las piedras hasta la conclusión de la ermita.
En una de las puertas laterales de la Basílica de la Virgen del Camino se representa, en bronce, al lobo con unas alforjas portando las piedras.
De la estancia del Santo en el Bierzo se narra la siguiente leyenda. Estaba Froilán en su retiro berciano, dedicado a la meditación y al estudio, cuando observó que sus códices estaban parcialmente roídos. Se escondió para averiguar quién destruía sus bellos manuscritos, hasta descubrir que unos conejos se dedicaban plácidamente a devorarlos.
San Froilán montó en cólera y lanzó una maldición contra aquellos roedores, de tal forma que los conejos desaparecieron de aquéllas tierras.
Se cuenta, también sobre San Froilán, que un momento de su vida, tuvo dudas sobre si aislarse totalmente del mundo o trasmitir su creencia al resto de los hombres y mujeres. Para solucionar este dilema metió unas brasas encendidas en su boca.
Sorprendentemente no se quemó. En ese instante, entendió Froilán que además del silencio, la soledad y la oración debía dedicar parte de su vida a la predicación.
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